Por las horas perdidas buscando trabajo, por los madrugones para acudir puntuales a un curro de mierda con un sueldo de risa, por el miedo diario a quedarnos en la calle y con lo puesto, por tanta rabia e impotencia acumuladas, porque nos mean encima y nos dicen que llueve… Quien no encuentre motivos para ir a la huelga el próximo día 14 de noviembre no debe haberse parado a mirar a su alrededor, o tal vez es que se ha tragado hasta el fondo la cantinela de siempre.
Y sin embargo, estamos seguras/os de que ese día, igual que en tantas otras convocatorias anteriores, mareas de gente acudirán como cualquier otro día – o incluso con mayores ganas y a costa de lo que sea, que manda narices – a su puesto de trabajo. Algunos/as lo harán por el miedo (más que justificado en muchos casos) a las represalias, otros/as porque siguen identificando sus intereses con los de sus jefes/as y gobernantes, y otros/as incluso por el desprecio cada vez mayor que sienten hacia los sindicatos que convocan “cuando toca” por su propio beneficio. Excusas tampoco faltan.
Por eso hemos decidido dedicar gran parte del contenido de este número a esa próxima convocatoria de huelga general, a presentar las razones que nos mueven a secundarla, a plantearnos lo que han sido las huelgas históricamente y lo que son hoy en día, y a tratar de buscar el modo de afrontarlas y de hacer de ellas una herramienta útil.
Con esto tampoco queremos dar a entender que pensamos que un día de huelga general por sí solo vaya a ser la solución de nada (es difícil que alguien lo crea a estas alturas). Se trata simplemente de una herramienta más para plantar cara a tantos ataques, para (re)encontrarnos en las calles, (re)descubrir la fuerza que tenemos juntos/as y aprender de ello para continuar la lucha al día siguiente en nuestro curro o en nuestro barrio.
Y esto también lo tienen claro y así nos lo demuestran los/as miles de trabajadores/as de varios sectores que llevan meses manteniendo conflictos abiertos con la empresa, presionando a través de huelgas y movilizaciones conjuntas, como es el caso de las empresas de Metro y autobuses urbanos en Madrid y Barcelona (a las que ahora se han unido también los/as conductores/as de grúas en Madrid), o de los/as trabajadores/as y estudiantes de la enseñanza pública en todo el Estado en este pasado mes de octubre, entre otros/as.
La persistencia y continuidad de las luchas, la visibilización de los conflictos, la coordinación entre afectados/as (sean o no de la misma empresa), son armas que deberían emplearse mucho más allá de un día de huelga, y esperamos que –cada vez más- así sea.